miércoles, 26 de marzo de 2014

Barreras

Camino las ocho o diez cuadras que forman el centro de Lanús, sobre la 9 de julio. Paso Anatole France, Ohhiguins, Basavilvaso. Voy mirando vidrieras. Ropa, zapatos, carteras, cd's en alguna rockería, puchos en algún kiosco; me llenan los ojos. Gente, mucha gente. Están haciendo peatonal la 9 de julio, así que a las personas no le queda otra alternativa que soportar caminar amontonadas, oliendo olores desagradables, viendo caras que no quisieran ver, tocando espaldas de gordos transpirados. Lanús, 30 grados. Verano. Es una ciudad chica, y se hace más chica aún cuando caminas esas ocho o diez cuadras. Conoces a todo el mundo, no te querés cruzar a nadie, y a estos se les ocurre hacer peatonal la 9 de julio. ¿Para qué? Sigue siendo una ciudad horrible, llena de olores, de contaminación, no solo ambiental sino humanística, de gente desagradable a la que no le querés ver la cara y que conoces, desgraciadamente.
Camino, con mis auriculares y mi morral, escuchando alguna bandita de rock. En eso, me doy cuenta que delante mío se formó una barrera. Tres pendejas insoportables con voz de pito se ríen a carcajadas mirando un celular. Una señora con bastón que tarda 1 minuto entero en mover una sola pierna (en otro momento me daría ternura y hasta quizás lástima, pero con 30 grados no). Y una pareja, que no me molestan porque por más de que sea verano y haga 30 grados, la canción de desamor que estoy escuchando no me hace llorar. Seis personas adelante mío que caminan, se ríen, se besan, transpiran. Yo camino con cierta fiaca, es verano y nada ni nadie me apura, y sinceramente no tengo que ir a ningún lado. Pero hay otra persona que parece que sí. Por eso, viene caminando con ligereza una mina cheta, con tacos de aguja y una cartera de alguna marca que no conozco, y me empuja, me lleva puesto el hombro. Como tipa asquerosa que soy le contesto “Cuidado, flaca” de mala manera. La mina ni se mosqueó. Siguió caminando, y así como me llevó puesta a mi, ahora se la llevó puesta a la viejita, la destartaló y casi la tira. Eso me dio más bronca todavía, y atiné a gritar un “Eu, mirá por donde caminas loca!”, pero no obtuve respuesta. Me hubiese gustado pelearme con una histérica por defender a una persona anciana. Pero por lo menos, dejó un hueco entre la anciana y la chica de la pareja que me permitió pasar a mi, que caminaba con un poco menos de lentitud que estas seis personas, y continué mi camino.
Estaba a 10 cuadras de mi casa, ya había caminado las 10 cuadras sobre la 9 de julio que me separan de la calle paralela a la vías, donde me podría tomar un colectivo. Preferí seguir caminando, luego doblar en Ferré y toparme con la plaza Sarmiento, donde me caí varias veces andando en bicicleta cuando era chica. Ya no habia tanta gente, y el sol se filtraba por las hojas de los árboles. Corría una brisa de verano fresca y me pegaba justo en la nuca, era perfecto. Decidí descansar y me senté en el pasto. Ahora en mis oídos sonaba una frase alentadora que me suele poner la piel de gallina... “Algún día va a escampar”, cantaba el enano Teysera. Ahí pensé. No quería eso para mi vida. No quería ir caminando apurada y llevarme puesto a todo el mundo sin pedir permiso ni mucho menos, perdón. Tampoco quería que alguien me dejara un hueco por donde yo pudiera pasar, no quería que hicieran las cosas por mi.
Si, me gustaría toparme con una barrera, y poder pasarla, poder lograr formar ese hueco por donde yo pudiera seguir caminando. Pero no lo quería hacer apurada, ni de mala manera, sin escuchar las críticas de los demás.

Quiero caminar, tranquila, y encontrarme con una barrera. Pero que en ese momento, pudiera pedir permiso, y que la viejita con bastón me mirara, me sonriera y me dijera “Adelante muchacha, seguí”, palabras que me alentarían y me darían ganas de seguir caminando, a pesar del calor. No quiero que alguien venga, con malas intenciones, rompa la barrera por mi, y me deje el hueco. Porque no me serviría de nada, no me ganaría ninguna sonrisa, ninguna palabra de aliento, no podría haber sacado del camino ese obstáculo que molesta y estorba. Y quizás, hubiese llegado a mi casa sin sentir la necesidad desesperada de tirarme un rato en el verde, ni de pensar que el mundo es cada vez más mierda, que la gente contamina cada vez un poco más, ni que la mina que antes había pasado por delante mío y me habia llevado puesta, ahora estaba volviendo para el centro de Lanús, hablando por teléfono, gritando y llorando porque algo no le salió bien... por ir apurada por la vida, sin pedir permiso, sin pedir perdón, pensando en ella sola, haciendo las cosas de mala manera y cagándose en todos, como buena mina histérica que se cree el ombligo del mundo.
                                                                                                                                         FJP

domingo, 16 de marzo de 2014

"¿La solución? Bueno, es iluso de nuestra parte creer que hay solución para esto. Nunca los eliminaremos, pero podemos apaciguarlos, con algo simple: la verdad. La verdad en las acciones, la cabeza en el presente, la mirada en el futuro. Dejar de implicarnos en asuntos ajenos, que a pesar de que nos toquen, no podremos resolver. Dejar de ser incisivo, de volver en lo mismo, de atacar siempre el mismo sitio; y confiar, aunque haya dolido, aunque cueste, aunque se camufle de mentira para nuestra mente. Confiar. En la persona que uno ama, en sus palabras, en sus acciones, en sus sentimientos, en su sonrisa, en su mirada, en todo eso. Creer en el otro. Y nada más. Que lo demás, vemos como lo resolvemos. Lo nuestro, lo resolvemos nosotros, juntos, siempre."


viernes, 14 de marzo de 2014

Cómo un vendaval

Estamos de acuerdo en una cosa: cuando se le erizaba la piel, era buen augurio. Le corría por el cuerpo esa sensación única, que a todo el mundo le debe gustar sentir. Sentía como algo que la inundaba por dentro, así, de repente, como un vendaval. Más que nada, como una nube pasajera. Así como llegaba, se iba, en milésimas de segundos. Pero a ella le quedaba esa sensación de paz, de tranquilidad, que le hacía esbozar una sonrisa sin necesidad de forzarla.
Solía llegarle con el frío, sí. Cuando sentía frío, se le erizaba la piel. Pero en seguida se encontraba con esa persona que abría los brazos y la abrazaba, así, de repente, como un vendaval. Sin necesidad de abrir la boca y largar alguna palabra... ella sabía que los abrazos valían mucho más. Y ahí está, de nuevo, esa sonrisa pícara, que le demostraba a todo el mundo que había sentido esa sensación única al menos por una milésima de segundo.
La música, su música. También lo lograba. Una melodía triste, o una alegre (por qué no) que le trajera algún recuerdo, quizás algún abrazo de algún invierno cuando sentía frío. O algún beso que había dejado en alguna esquina, o en alguna cama... y ahí estaba, de nuevo. Esa sensación que le hacía poner los pelos de punta, que llegaba, así, de repente, como un vendaval. Y no, por favor, no dejemos aparte sus recuerdos. Ya sean alegres o tristes. Siempre estaban, ahí, con ella. Siempre la perseguían. Siempre había algo que recordaba día a día, y que le hacía sentir esa sensación tan hermosa, al menos por una milésima de segundo. Y seguramente esbozaba aquella sonrisa tierna, nostálgica. Seguramente la recorría un escalofrío por todo su cuerpo... así, de repente, como un vendaval.
Pero (siempre hay un pero, y esta no es la excepción), no sólo se le erizaba la piel cuando sentía frío, cuando escuchaba su música o cuando recordaba algo, triste o alegre. También se le ponían los pelos de punta cuando lloraba. Esperaba no ser la única... o quizás sí, porque seguramente sería una buena anécdota saber que sólo a ella la recorría una sensación única, que suele significar buen augurio, cuando estaba mal.
Por supuesto que no sólo lloraba de tristeza, pero ella en el fondo sabía que sus lágrimas eran esas palabras que se callaba, que buscaban salir, y de alguna manera lo lograban. Y generalmente aquellas palabras no eran esas que te erizan la piel. Y lo más raro del caso, es que esos pelos de punta le duraban, como a cualquier persona, milésimas de segundo. Y ahí estaba, de nuevo. Llegaba así, de repente, como un vendaval... y se iba. Pero sus lágrimas no. Duraban, quizás, días, quizás horas... quizás meses. Nunca sabía cuando iba a para de llover, cuando se iba a ir ese vendaval, cuando iba a escampar.


Adentro suyo, esa sensación tan hermosa que aparecía cuando lloraba, duraba segundos, milésimas de segundos, como a todas las personas del mundo. Pero ella sabía, más adentro aún, que esa sensación que la inundaba por completo y llegaba como un vendaval, como una nube pasajera, era más bien una tormenta, que no cesaba nunca. Nunca paraba de llover, o al menos nunca lograba saber cuando pasaría. Siempre se levantaba, y se volvía a caer. Y cuando caía, se le erizaba la piel. En el peor momento, en ese momento que sólo le quedaba llorar, decir con lágrimas lo que había callado, gritarlo... a su manera. Y esa sensación volvía, y se iba... así, de repente... como un vendaval. 
                                                                                                                                   FJP

miércoles, 12 de marzo de 2014

"Ser original es, en cierto modo, estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás."

domingo, 9 de marzo de 2014

A veces, (tal vez), estar solo es mejor.

Domingo

Es domingo. Corre la hora número catorce contando desde las doce de la noche. Hace 23 grados en Lanús, la ciudad donde viví en mis 16 años de vida. Suena la banda de rock uruguayo que escucho desde chiquita, con una melodía triste, de esas que te suelen poner la piel de gallina. Estoy sola, en mi pieza. Siento el olor a pollo al horno que está cocinando mi mamá, y risas que me suenan a alguna anéctoda que le contó mi papá. También escucho una chicharra, hace calor. Es domingo, estoy sola, en mi pieza. Y me gustaría ser fotógrafa porque en este momento entra una luz desde la ventana teñida de violeta, por el color de mis cortinas, y pega justo en mi guitarra criolla. Y con una buena cámara podría sacar una buena foto, que quizás demuestre a otras personas lo que significa para mi mi guitarra y el rayo de sol que entra en mi pieza y que la alumbra por completo. Y quizás, cuando pase el tiempo y vea aquella foto, me acuerde que era domingo, a las dos de la tarde, que hacía calor y que estaba sola.
Creo yo, bah, lo pienso así desde chiquita, que el domingo es el día más especial de la semana. Un domingo del mes x podes estar almorzando el tan común estofado con toda tu familia. Otro domingo de quizás otro mes, estás comiendo puchero con tu mamá y tu papá. Y otro domingo, el día 9 del mes 3 del año 2014 quizás estes sola, escribiendo que es domingo y estás sola. Pero me gusta estar sola y que sea domingo. Probablemente más tarde cuando el sol no pegue tanto salga a acostarme y sumergirme en el color verde del velódromo de Lanús, camine las 8 cuadras que lo separan de mi casa con la guitarra en mis hombros, mi mate, y alguna amiga.
Se suele clasificar al domingo como el día mas aburrido de la semana, y por ende, el más triste. Pero les voy a contar un secreto. Hoy, sí, domingo, es el día más feliz de la semana, para mi. Sé que la semana empieza los domingos, pero no, todos sabemos que para la persona que estudia o trabaja la semana empieza el lunes. Entonces, partiendo de esa base, es el día más feliz de mi semana, que empezó el lunes pasado. Será que le tengo aprecio al pobre domingo, porque odio estar sola, pero hoy no. Me gusta. Me gusta escuchar música y escribir. Sin que los pensamientos de otras personas me molesten ni me aturdan, sin la necesidad de depender de otros para estar bien. Me siento plena y feliz conmigo misma.
Tengo miles de problemas, quizás no de gran tamaño, pero que para mi reprensentan mi estado sentimental. Y hoy no me molestan, no me persiguen, no me dicen “Florencia, hace algo, lo estás arruinando todo”. Hoy estoy tranquila, hoy estoy bien.
Soy una persona independiente, me lo dicen todo el tiempo. Me manejo con total libertad. Viendolo desde ese sentido, sí, soy la persona más libre del mundo. Pero metiendome más en el asunto... dependo de toda persona a la que quiera. No lo puedo evitar, dependo de mi estado con otras personas. Me lastima mucho sentirme lastimada. Y mi felicidad depende de la gente que me rodea. No puedo estar bien conmigo misma si estoy mal con mis amigos, mi novio, o mi familia. No puedo, no lo conseguí nunca. Pero hoy, domingo, lo logré. No sé que fue, no sé que fue lo que me ayudó. Pero estoy bien, muy bien.
Es un día común y corriente, me desperté, desayuné, como todos los días. Lo que menos me imaginé cuando abrí los ojos a las 10.30 de la mañana era que iba a lograr lo que estuve buscando hace meses. Así, de la nada, como quien no quiere la cosa. No lo esperaba ni lo planeé. Salió así, así de bien.

Todo llega. Y a mi me llegó un domingo, ese día que muchos odian por transmitir ese no se qué triste, que lo hace ver todo aburrido y sin sentido, y te hace odiar los domingos, todos los domingos... que prejuiciosos, ¿no?.  
                                                                                                                                 FJP